En el mundo contemporáneo se reconoce ampliamente que los sistemas educativos deben mantenerse al día para salvaguardar su relevancia y con este fin deben tomar ventaja de las perspectivas innovadoras, las invenciones prácticas y las nuevas tecnologías. Esta opinión se fundamenta en la noción de que para mejorar la pertinencia en educación se requiere conocer tanto las condiciones actuales de desarrollo del sector, como sus posibilidades futuras de perfeccionamiento, las mejores prácticas y los nuevos derroteros a seguir.
Cuando esta reflexión se aplica a la educación intercultural el asunto es aún más urgente puesto que estamos frente a un campo relativamente joven. No hace más de tres décadas que la educación intercultural ha ganado terreno como una fórmula que supone prácticas de respeto y equidad en las relaciones entre culturas en el ámbito educativo. Con este planteamiento la educación intercultural sostiene también la defensa de saberes, valores y normas de convivencia que se enriquecen con múltiples aportaciones, que son comunes a partir de un ejercicio de negociación y evaluación crítica y respetuosa de otras diferencias. Esta educación parte entonces del reconocimiento de la diversidad y la multiplicidad de culturas, pero transita hacia la interculturalidad como convicción que debe regir la interacción social.
Con ello planteamos pasar de una escuela y un sistema educativo que privilegió la integración y la asimilación a uno que reivindica el reconocimiento del derecho a la identidad cultural y a la convivencia equitativa y respetuosa de diferencias lingüísticas y culturales, de diversas formas de construcción y transmisión de conocimiento. Es claro que estamos frente a una traslación para la que no existen rutas preestablecidas ni mapas claramente trazados. ¿Cómo se da este proceso? ¿Cómo puede hacerse más eficiente y seguro? ¿Cuál es nuestra práctica y cómo puede informar este conocimiento las decisiones prácticas que deberían guiar nuestro futuro?
No tenemos respuestas definitivas, pero las apuestas iniciales son prometedoras. Es claro que se trata de una innovación educativa que tiene ya cierta tradición en el continente latinoamericano. Se desarrolló a partir de una severa insatisfacción con los logros alcanzados por las políticas estatales de atención a la población indígena durante la mayor parte del siglo XX. Ha tomado diversas formas y modalidades según los contextos sociohistóricos y sociolingüísticos en los que se ha desarrollado, pero en general puede afirmarse que la educación intercultural en América latina tiene la firme convicción de llevar al sistema educativo a romper una relación de dominación que suele no cuestionarse y en gran medida es invisible. Esta educación promueve y favorece dinámicas inclusivas en todos los procesos de socialización y convivencia basados en el fortalecimiento de los sentimientos de pertenencia a una comunidad y en procedimientos participativos en las instituciones educativas. De manera contundente, quienes participan de esta propuesta sostienen que la educación intercultural no es una medida compensatoria para comunidades excluidas sino que debe convertirse en una alternativa educativa destinada a dotar de mayor calidad a los sistemas educativos en general.
Si tomamos como guía los tres principios de la educación intercultural de la UNESCOpodemos apreciar que tenemos una larga lista de preguntas que deberían conducirnos a desarrollar propuestas de cambio en el sistema educativo. Hagamos las siguientes consideraciones:
  1. La educación intercultural respeta la identidad cultural del educando proporcionando una educación para todos que sea pertinente y culturalmente apropiada. ¿Contribuyen a este propósito, y de qué manera, los diseños curriculares, los diferentes sistemas de generación y transmisión de conocimientos, los diversos materiales educativos, las lenguas y otros elementos de la herencia e identidades culturales de los diversos componentes de la sociedad mexicana? ¿Contamos con métodos de enseñanza y de evaluación pertinentes y en la propia lengua de los educandos? ¿La formación y capacitación de los maestros es adecuada y culturalmente pertinente? ¿El entorno social y las condiciones personales de los educandos son adecuadas tanto en la escuela como en las comunidades de las que provienen? ¿Qué tipo de relación existe entre la escuela y la comunidad? ¿Cómo podrían transformarse estos escenarios y qué medidas podrían adoptarse para lograrlo?
  1. La educación intercultural proporciona a cada educando el conocimiento cultural, las aptitudes y habilidades necesarias para lograr una participación completa y activa en la sociedad.   ¿Todos los grupos sociales del país tienen acceso a la educación en términos de equidad y sin discriminación? ¿Qué tanto contamos con condiciones que faciliten la participación de los distintos grupos sociales con necesidades culturales y lingüísticas especiales en todos los niveles educativos? ¿En qué medida se han incorporado al currículo la historia, las tradiciones, la lengua y la cultura de los distintos grupos sociales que componen la nación mexicana? ¿Hemos logrado poner en comunicación, o siquiera presentado con claridad, el conocimiento diverso desde distintas perspectivas culturales? ¿En qué medida se han garantizado las posibilidades de análisis y expresión de las propias necesidades educativas de los distintos grupos sociales o su participación en las decisiones que en este ámbito los afectan? ¿Los métodos educativos, los procedimientos de evaluación y el lenguaje mismo son apropiados y pertinentes? ¿Qué lenguas estamos empleando para la enseñanza, la evaluación y la comunicación cotidiana en la escuela? ¿Con qué habilidades y destrezas de comunicación intercultural preparamos a los docentes, cómo les pedimos que desarrollen el proceso educativo y las relaciones con los estudiantes y la comunidad? ¿Cómo podrían transformarse estos escenarios y qué medidas podrían adoptarse para lograrlo?
  1. La educación intercultural proporciona a todos los educandos el conocimiento cultural, las aptitudes y habilidades que les permitan contribuir al respeto, la comprensión y la solidaridad entre individuos, grupos étnicos, sociales culturales o religiosos y naciones.  ¿En qué medida contribuye el currículo al conocimiento, reconocimiento y valoración de la diversidad cultural y al respeto de la herencia cultural de los pueblos? ¿Cómo preparamos currículos y materiales que contribuyan a combatir el racismo y la discriminación, a construir una conciencia plena de la diversidad cultural y lingüística nacional? ¿Cómo avanzamos para que el sistema educativo contribuya a la comprensión y el respeto de las diferencias, a la conciencia de la interdependencia de comunidades, pueblos y naciones; de los derechos y obligaciones comunes? ¿Cómo educamos para la construcción del respeto a distintas formas de pensar y de actuar, sin perder la capacidad de reflexionar críticamente sobre los valores y las perspectivas culturales tanto propias como ajenas? ¿Los métodos de enseñanza y aprendizaje son adecuados y pertinentes, contribuyen al desarrollo de relaciones de equidad y respeto, proporcionan elementos que lleven a la colaboración y la resolución pacífica de diferencias? ¿Promovemos mecanismos de participación social en relación con los espacios escolares, comunidades de aprendizaje y fórmulas de actualización permanente que conduzcan a construir mejores formas de comunicación intercultural? ¿Cómo podrían transformarse estos escenarios y qué medidas podrían adoptarse para lograrlo?   Estas preguntas pueden aplicarse tanto a lo que se ha hecho como a lo que falta por hacer. Las respuestas no son, en ningún sentido, definitivas. Debemos reconocer lo que no se ha hecho aún con una idea de la ruta a seguir y también que las condiciones cambian con el tiempo y con los propios resultados obtenidos. En este sentido, las líneas de investigación que la CGEIB presenta en este folleto pretenden invitar a investigadores y académicos a profundizar el debate sobre los problemas relacionados con la diversidad cultural y la educación en México, particularmente aquellos que pueden orientar el desarrollo de la política pública de fomento a la interculturalidad. Se pretende convocar a los interesados en el desarrollo y la difusión de investigación académica empírica sobre los procesos pedagógicos y la gestión escolar con el propósito de alimentar de mejor manera tanto las prácticas educativas como la elaboración de políticas educativas.  Estamos conscientes de que, además de las líneas, es necesario desarrollar otros recursos para la investigación educativa. Entre ellos deben destacarse los congresos sobre educación, los buscadores informáticos y los portales educativos en la Internet, las revistas de investigación educativa, las asociaciones y redes de investigación, los centros de investigación e instituciones académicas, los grupos y redes de investigación, las bases de datos y repositorios de información, las bibliotecas, acervos digitales y materiales didácticos. Todos ellos deben estar asociados por redes de investigadores y estudiantes que desarrollan nuevas perspectivas y aproximaciones, propuestas de acción y problematización de la realidad. En este sentido, las líneas que aquí se presentan no son sino una modesta contribución a un conjunto de prácticas institucionales que deben animar la reflexión sobre el trabajo educativo. Es mi convicción que la relación entre teoría y práctica es fundamental en dos sentidos atados de manera dialéctica: las acciones de hoy son la base de las reflexiones teóricas de mañana y los planteamientos teóricos de hoy son el fundamento de las decisiones de política pública de mañana ...
Fernando I. Salmerón Castro
Coordinador General de Educación Intercultural y Bilingüe